En el terreno de la ética, tradicionalmente disputado por la filosofía y la religión, hoy reclama su lugar también la ciencia del cerebro; un neurocientífico y una filósofa encuentran, sin embargo, puntos en común.
Desde hace más de dos mil años, la reflexión sobre la ética ocupa el centro de un escenario que se disputan la filosofía y la religión. Ubicada en la cumbre de las creaciones culturales humanas, la moral se atribuyó hasta no hace mucho casi exclusivamente a la educación. Pero en las últimas décadas, las neurociencias, a las que ninguna esfera humana les es ajena, también irrumpieron en este campo y comenzaron a poner en discusión varias de las presunciones tradicionalmente aceptadas. Hoy se sabe que nuestro juicio moral no se desarrolla en el vacío, que puede estar afectado por patologías neurológicas y hasta por experiencias tempranas que dejan huellas biológicas en el entramado de los circuitos cerebrales.
Las neurociencias ofrecen hoy resolver interrogantes sobre el modo en que se toman decisiones morales, qué circuitos o áreas cerebrales se activan y cómo éstos se ven afectados por las privaciones psicoafectivas tempranas en niños, qué papel cumple la empatía y qué conductas se consideran deseables en situaciones extremas. ¿La filosofía perdió parte de su reinado?
Desde la filosofía, Arleen Salles, filósofa, profesora universitaria en el país y el exterior, directora del programa de neuroética del Centro de Investigaciones Filosóficas e integrante del subprograma 12 del Human Brain Project, financiado por la Unión Europea, y desde las neurociencias, Agustín Ibañez, investigador del Conicet, de la Fundación Ineco y del Núcleo de Neurociencias de la Universidad Diego Portales, confrontan sus visiones de lo que ofrecen y, en especial, deberían ofrecer la filosofía y las neurociencias en la reflexión sobre temas que hoy juegan un papel decisivo en la sociedad global.
LN: -¿Las neurociencias se convirtieron en una amenaza para la filosofía?
AS: -Hay quienes piensan que sí. Por varios motivos. Uno de ellos es la cuestión del libre albedrío. Algunas conclusiones de experimentos científicos sugieren que no existe, por lo tanto, nos quedamos sin la posibilidad de ser responsables por nuestras acciones. Creo que esa perspectiva representa una idea muy limitada, porque no se está tomando en cuenta la complejidad del cerebro humano. Por otro lado, la gente tiende a sentirse muy atraída por los resultados de la ciencia. Los seduce, los fascina lo que tenga una impresión de objetividad, que casi parece ser lo opuesto a la filosofía, que no da una última respuesta. Entonces, algunos temen que la neurociencia se apodere de estos temas y se reduzca la reflexión moral a evidencia neurocientífica.
LN: -La deliberación ética trata temas complejos, como el origen y el final de la vida, la culpa, la conducta social. La ciencia puede ofrecer datos objetivos, pero ¿alcanzan para reemplazar la reflexión filosófica?
AI: -Las neurociencias toman ciertas ideas que tenemos acerca de la moral y las testean. Lo que sucede es que a veces se las ve como un monstruo mucho más grande de lo que realmente son. Se cree que con dos o tres estudios se puede saber qué es lo moral o qué no lo es; sin embargo, existe el riesgo de que esos estudios sean irreproducibles, que hayan funcionado en cierto contexto y no vuelvan a hacerlo nunca más en la historia. Es un riesgo, pero también una oportunidad, un nuevo escenario para entender la moral desde la intencionalidad, el contexto, las emociones, el desarrollo, el aprendizaje, las desviaciones en la conducta enferma, el determinismo en términos legales?
LN: -¿El hecho de que se puedan contrastar experimentalmente ciertas aseveraciones pone en tela de juicio la forma tradicional de hacer filosofía?
AS: -Dentro de la filosofía hay diferentes corrientes: están los que son mucho más teóricos y otros más abiertos al giro experimental, pero siempre va a haber una forma tradicional de hacer filosofía. Yo pienso que, ciertamente, en lo que hace al comportamiento humano, una reflexión que no tome en cuenta lo que la ciencia nos está diciendo a nivel puramente descriptivo sería muy limitada.
LN: -¿Los neurocientíficos sienten la necesidad de un abordaje que exceda lo experimental?
AI: -Absolutamente. Cuando no se considera el conjunto de factores no empíricos que inciden en la construcción científica (como los supuestos con los que se trabaja en un experimento) se puede incurrir en interpretaciones erróneas. Más aún, las neurociencias necesitan de la reflexión filosófica para mejorar sus teorías.
AS: -El subprograma en el que participo en el Human Brain Project se dedica justamente al enfoque de ética y sociedad. Partimos de la base de que no sólo hay que asegurarse de que se investigue de manera ética, sino que también estamos haciendo reflexión filosófica sobre conceptos básicos. Por ejemplo, se habla de la eventual simulación de un cerebro humano. ¿Qué significa simular? Se habla de simular conciencia, pero ¿qué es la conciencia? Se habla de conocer qué es genuinamente un ser humano, ¿qué es un ser humano? Una persona que recibe estimulación cerebral profunda (procedimiento para detectar la fuente de una epilepsia) siente que perdió su identidad. ¿Qué queremos decir por "identidad"? ¿Qué concepción operativa de identidad tomamos? Todos estos supuestos tienen que ver con la filosofía. Se hace ciencia partiendo de cierto consenso sobre significados que son filosóficos.
LN: -¿La filosofía es un límite intrínseco de las neurociencias?
AI: -Habitualmente, el neurocientífico no está formado para tener en cuenta la dimensión filosófica de sus investigaciones. ¡Tiene que empezar a fallar todo para que uno empiece a cuestionarse! Es algo que además ocurre en la ciencia en general, pero en neurociencia en particular: hay una fascinación por el "juguete" (la técnica y lo que nos permite ver) y entonces la investigación empírica abre un mundo tan amplio que genera una especie de ceguera para abordar aspectos conceptuales.
AS: -Reflexioné mucho sobre estos temas y, en mi perspectiva, nos necesitamos mutuamente. Pero eso no quita que algunos filósofos les tengan miedo a los neurocientíficos y que algunos neurocientíficos les teman a los filósofos. En ocasiones parecemos policías, somos los del comité de ética que queremos detener experimentos. Yo he escuchado a gente que dice que la neuroética lo único que hace es legitimar la neurociencia. Nada que ver. La neuroética se ocupa de las cuestiones sociales y éticas que plantean los estudios en neurociencias, y eso implica todo un abanico de problemas, pero necesariamente exige el ejercicio de la transdisciplinariedad.
LN: -¿Son reduccionistas las neurociencias?
AS: -Pueden ser usadas en forma reduccionista, pero no tienen porqué serlo.
AI: -Son un instrumento, una herramienta que nos da información, que puede fundamentar la deliberación moral sin por eso asumir una perspectiva reduccionista sobre la moralidad y la mente. Para mí, el punto crítico es cómo interpretamos los experimentos.
LN: -Si se acepta que, como dicen algunos autores, los seres humanos nacemos con un sentido de la ética que nos permite diferenciar lo bueno de lo malo desde que tenemos meses de vida, ¿esto no le quitaría validez a la reflexión filosófica sobre la moral como acto voluntario?
AS: -Hay que hacer una distinción entre comportamiento prosocial y moral. Después de todo, el comportamiento prosocial no necesariamente es moral. Yo puedo tener una inclinación a ayudar a quien no debería ayudar por motivos morales. Si bien se puede mostrar de manera concluyente que somos naturalmente prosociales, la discusión sobre cuándo un comportamiento es moral va más allá de la mera descripción. Todavía hay lugar para la filosofía. De hecho, hoy se discute si, dado que los seres humanos tenemos cada vez más poder de hacer daño, no deberíamos incluir en la agenda lo que se llama "potenciación moral", que es la manipulación emocional para hacer que la gente sea más ética. Considerando todo lo que vamos conociendo del cerebro, ¿por qué no manipularnos emocionalmente de modo que seamos más prosociales? Una de las críticas más fuertes que surgen ante esta posibilidad es que un mundo de personas que están regidas nada más que por su prosocialidad no necesariamente es un mundo de seres más morales ni menos peligroso. Depende.
AI: -De hecho, la "prosocialidad" puede inducir a acciones morales inadecuadas. Está probado que la oxitocina, una hormona que actúa sobre ciertos circuitos cerebrales promoviendo el apego social, estimula la adopción de comportamientos que favorecen a otros miembros del grupo de pertenencia. Por eso, va a promover la prosocialidad dentro del propio grupo, pero también puede empujar a la agresión hacia aquellos que no están incluidos, que no pertenecen a ese grupo. Aunque hubiera un determinismo moral (que, para mí, no lo hay, al menos desde el punto de vista exclusivamente biológico), uno debería preguntarse si manipular esto es bueno o malo, porque en algún momento vamos a poder hacerlo. Ya se hace. Yo te puedo hacer un poquito más bueno o más malo con estimulación magnética transcraneal.
LN: -La filosofía tiende a buscar verdades universales. ¿En el plano ético, las neurociencias son más relativistas?
AI: -Lo bueno y lo malo se definen en el marco de determinadas condiciones. ¿Hay valores universales? Sí, entendiendo por universales que se reproducen más o menos en todas las culturas, pero hay otros que no lo son. Hoy, las neurociencias no están en condiciones de dar respuestas concluyentes. Por ejemplo, pensemos en la conducta criminal: lo que pueden decir las neurociencias es que hay sujetos que tienen un impedimento constatable que los hace criminales; pero también hay sujetos que no lo tienen y tienen conductas criminales. ¿Hay sociopatía? Sí. Ahora, ¿se puede determinar en cada caso particular? No. Apenas podemos aportar evidencias. Los psicópatas, las personas que ejercen acciones de deshumanización, o pacientes con ciertas enfermedades neurológicas que afectan la impulsividad y la desinhibición tienden a valorar menos la intención de dañar al juzgar los actos de otras personas. Por ejemplo, en un estudio reciente evaluamos el juicio moral en guerrilleros con niveles de agresión extremos. Sus perfiles neurocognitivos clásicos (atención, inteligencia, funciones ejecutivas, memoria) no estaban afectados cuando se los comparaba con sujetos del grupo de control. Sin embargo, juzgaban moralmente las acciones exclusivamente sobre la base del resultado y de la intención de dañar. La intención (o la mala intención) es crucial en el juicio moral normal y se detecta muy rápido, porque es crítica para la supervivencia y la cognición social. Y ahora sabemos, (por un estudio de nuestro equipo publicado en la revista Brain) que a la amígdala (y sus redes frontotemporales) le toma un poco menos de 135 milisegundos detectar una acción maliciosa. En el futuro, tal vez podríamos tomar esas mediciones en delincuentes para ver si hay respuestas atenuadas en la amígdala o sus conexiones frontotemporales. ¿Qué significa eso? Probablemente que las neurociencias van a hacer más compleja la cartografía de la maldad, y los supuestos acerca de qué hace que una persona sea buena o mala desde el punto de vista moral. No creo que vayan a brindar en breve una solución al problema de la maldad humana.
AS: -La filosofía hace una distinción entre el ámbito normativo y el descriptivo. El ámbito descriptivo es simplemente la descripción de los hechos, y algo fundamental, si vamos a hacer deliberación moral, es justamente que alguien nos dé una buena descripción de cómo los seres humanos pensamos. Es importantísimo y eso lo hace la neurociencia. Si a nosotros los científicos nos dicen que no hay decisión puramente racional, que lo emocional siempre está involucrado, ése es un dato que nos sirve, por ejemplo, para determinar que una teoría que pretende fundar la moralidad sólo en lo racional está partiendo de conceptos acotados, incompletos. Respecto de lo normativo, de qué es lo correcto y qué lo incorrecto, yo creo que es ahí donde se puede hacer una integración productiva entre lo que hace la neurociencia y lo que hace la filosofía moral. Porque en filosofía moral tratamos de plantear un discurso normativo. ¿Qué fundamentos tenemos para decir que una acción determinada satisface ciertos estándares de moralidad? ¿Qué valores debemos perseguir? Eso creo que no podemos hacerlo sin tener en claro cómo los seres humanos pueden llegar a pensar moralmente...
LN: -A partir de la irrupción de las neurociencias, ¿la función de los filósofos se reduce a plantear preguntas que contestarán los neurocientíficos?
AS: -Acá voy a defender mi campo. Es parte de la riqueza de la filosofía plantear preguntas, proponer respuestas, pero siempre abiertos a las contribuciones de otras ciencias. En este momento dudo de que las neurociencias puedan contestar de manera definitiva alguna de las preguntas filosóficas. Habiendo dicho esto, pienso que contribuyen de manera esencial a la reflexión filosófica sobre ciertos temas, incluso cuestiones metafísicas, como el libre albedrío, pero muy en particular cuestiones éticas sobre lo que significa ser una buena persona. No porque el neurocientífico pueda decir: "Ah, acá veo que las buenas personas tienen A, B, C o D en el cerebro", sino porque puede recabar datos que yo necesito para reflexionar de manera adecuada sobre lo que implica ser una buena persona, qué tipo de comportamientos puede alcanzar el ser humano. Si me dicen que el ser humano piensa de un modo completamente distinto, ¿qué sentido tiene proponer valores que no va a poder alcanzar?
AI: -En la pregunta sobre lo moral, tanto la filosofía como la psicología están presentes en distinto grado. Los experimentalistas pueden hacer filosofía, aunque muchas veces no lo saben, y, en algunos casos, los filósofos hacen ciencia. El método científico tiene un cuerpo filosófico importantísimo, explícito a veces y otras, implícito e ignorado.
Fuente: lanacion.com.ar