Trabajar con las comunidades originarias brinda elementos que pueden resultar esenciales para la conservación del medio ambiente.
A veces un saber determinado no es completo sino es interpelado por
diferentes personas. Es decir, se completa cuando se incorporan nuevas
voces. Juana Aigo, investigadora del CONICET, entrevistó a pobladores de
tres comunidades mapuches (Puel, Raquithué y Lafquenche) que habitan
los alrededores de los lagos Aluminé, Huechulafquen y Paimún, provincia
del Neuquén, para registrar cómo los conocimientos tradicionales que
tienen sobre los recursos acuáticos permiten pensar alternativas de
desarrollo, y tomar decisiones de conservación y manejo sustentable de
los recursos naturales.
Para las comunidades Mapuche cordilleranas del oeste de esa
provincia, los cuerpos de agua son considerados entidades vivas
merecedoras de respeto. “Es por eso que desde la cosmovisión de muchos
pueblos originarios, la naturaleza es parte constituyente de un continuo
en el que humanos y no humanos se relacionan como piezas iguales dentro
de un mismo universo”, explica Aigo, investigadora asistente del Grupo
de Etnobiología e Instituto de Diversidad y Evolución Austral,
(IDEAus–CONICET).
“Desde el razonamiento antropocéntrico occidental muchas veces
suponemos que la naturaleza se encuentra a nuestra disposición. Desde la
visión biocéntrica de los pueblos originarios, esta relación no es
jerárquica sino horizontal y armónica. Todos los elementos de la
naturaleza se encuentran en un mismo nivel: personas, flora, fauna o
cualquier otro componente del ambiente, y las acciones que una persona
realiza tiene una consecuencia para otro componente. Por ejemplo para
extraer cualquiera de los elementos que componen los lagos y ríos, las
comunidades parten del permiso y reciprocidad con el ambiente”, explica
la investigadora.
La científica se acercó a la comunidad Puel vinculada a un proyecto
interdisciplinario de extensión de la Universidad Nacional del Comahue,
Centro Regional Bariloche, que se inició a partir de un pedido de
asesoramiento técnico que realizaron los mismos pobladores para estudiar
las lagunas que se encuentran en los alrededores de su territorio, con
el objetivo de encontrar estrategias económicas alternativas a la cría
del ganado.
“La importancia de este trabajo realizado además junto a Ana Ladio,
investigadora independiente del CONICET y Directora el Grupo de
Etnobiología de la Patagonia, es que recopila datos empíricos sobre la
visión que tienen estas comunidades sobre los cuerpos de agua y los
seres que los habitan. Se busca que esta información sirva como
herramienta para que a la hora de conservar o manejar determinado
recurso, puedan ser considerados estos puntos de vista y se invite o
incluya a las comunidades a participar del proceso de toma de decisión,
favoreciendo de esta manera la conservación biocultural” asegura.
Estas comunidades Mapuche de la provincia del Neuquén actualmente
administran en parte y según sus propios criterios distintas actividades
o emprendimientos vinculados al sector turístico, como algunos campings
y un centro de esquí en el caso de la comunidad Puel.
De la información recolectada para el trabajo, son varios los aspectos que llamaron la atención de la científica.
“Es sumamente interesante el conocimiento local sobre las especies de
peces y el impacto que algunas pueden tener para el ambiente. Los
conocimientos en las comunidades estudiadas incluyen saberes y prácticas
que han sido moldeadas a través de la historia y con una fuerte
impronta simbólica. Esto se vio reflejado en los relatos de los
pobladores por ejemplo respecto al conocimiento de las truchas, que son
animales que fueron introducidos y su percepción como especies que
invaden y matan a otros peces de los ambientes acuáticos. Una pobladora
en su relato nos transmitía que su abuela contaba ‘que de pronto
aparecieron en el río esos peces grandes, cabezones, que no había visto
antes, ya anduviera cerca el winka’ (hombre blanco)”, destaca la
investigadora.
Para Aigo las creencias propias que conforman la cosmovisión Mapuche
se van transformando y adaptando a los cambios y al impacto ambiental y
social que ha sufrido Patagonia a lo largo del tiempo.
“Este conocimiento tradicional es dinámico y todo el tiempo se va
resignificando. Por eso es importante destacar como estas creencias
luego se traducen en normas que regulan el comportamiento social sobre
estos ambientes favoreciendo su conservación. Por ejemplo si se realiza
cualquier tipo de extracción de un recurso que sea solo lo que uno
necesite, porque tomar de más, según la percepción de los pueblos
originarios, significa causar daño a la naturaleza”, afirma.