Los caminos de la investigación científica: recorridos que se sostienen con trabajo en equipo - NeuroMente

Año VIII
Septiembre 2024
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Los caminos de la investigación científica: recorridos que se sostienen con trabajo en equipo


Una investigadora del CONICET reflexiona sobre su experiencia en el ámbito científico y dos becarias doctorales dan cuenta de sus anhelos de continuar dedicándose a la ciencia de forma profesional.



El ingreso a la Carrera del Investigador Científico y Tecnológico (CIC) es una de las vías habituales para aquellas personas que desean dedicarse a la actividad científica de manera profesional en la Argentina. El recorrido para llegar a ser investigador o investigadora del CONICET se inicia muchas veces cuando un egresado o egresada de una carrera universitaria presenta un plan de investigación –junto con un/a director/a, un/a codirector/a y un lugar de trabajo- para postularse a una beca doctoral del Consejo. Tras doctorarse, es frecuente que los y las aspirantes se presenten a una convocatoria de becas postdoctorales antes de postularse para entrar a la CIC. Quienes ingresan a la CIC se convierten en investigadoras o investigadores del CONICET.

Si bien para ingresar a la CIC no es necesario haber obtenido becas del CONICET previamente, así como no todos los becarios y becarias doctorales y postdoctorales continúan o buscan continuar su carrera en el organismo -ya sea para dedicarse a la actividad científica en otros organismos de ciencia y técnica o para desarrollarse profesionalmente en ámbitos no académicos-, lo cierto es que se trata de un recorrido por el que pasaron muchos y muchas de quienes hoy son investigadores o investigadoras del Consejo.

Gabriela Pirk es bióloga e investigadora del CONICET en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA, CONICET-UNCOMA). Allí integra el Laboratorio de Investigaciones en Hormigas (LIHo), grupo de investigación propiciado por el investigador Alejandro Farji-Brener, y es directora de tesis de Daniela Paula Ortíz y Marisa Andrea Díaz, ambas becarias doctorales del Consejo en el mismo instituto. En un nuevo Día del Investigador y la Investigadora Científica, Pirk, Ortiz y Díaz reflexionan sobre sus experiencias en el ámbito de la ciencia y dan cuenta de sus aspiraciones.

Todo camino comienza con un primer paso
Pirk nació en la ciudad de Buenos Aires, rodeada de edificios, y cuenta que por eso “cada vez que me alejaba un poquito de la ciudad quedaba fascinada con los paisajes, los animales y las plantas”, lo que la llevó a interesarse por “la relación de los seres vivos entre sí y con el medio en el que viven y también sobre los efectos de las acciones de las personas sobre la naturaleza”, relata. Fue así que al terminar el colegio secundario estudió Biología para seguir la orientación en Ecología. Pirk cuenta que tras graduarse obtuvo una beca doctoral del Consejo y, más tarde, una beca postdoctoral. Hoy, ya convertida en Investigadora del Consejo y docente de la Universidad Nacional del Comahue (UNCOMA), vive en Bariloche y se dedica al estudio de distintos aspectos de la ecología de las hormigas, en particular sus funciones en los ecosistemas y su interacción con las plantas.

Ortíz se recibió de ingeniera agrónoma en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Durante su estadía en la universidad recibió una beca de estudio que le permitió vivir una experiencia que le reveló su interés por la investigación científica. “Viajaba al campo, hacía trabajos de laboratorio, me contaban de qué se trataba la carrera de investigación y la docencia de manera conjunta y así empezó a interesarme la ciencia”, cuenta. Hoy, Ortíz, radicada en Bariloche, está finalizando su Doctorado en Biología y terminando de escribir la tesis en la que estudió la dispersión de semillas por hormigas de la estepa Patagónica.

Díaz estudió Ciencias Biológicas porque “quería conocer y comprender las relaciones e interacciones entre plantas, animales, hongos y otros seres vivos y su ambiente”, explica. Desde muy pequeña, motivada por su papá, aprendió a observar y cuidar el agua, las plantas y los animales silvestres: “Él me decía que en la naturaleza unos dependen de otros para seguir viviendo y que para conservarla tenemos que cuidar a todos sus componentes”, recuerda la becaria. Hoy, Díaz estudia qué hacen las hormigas en las flores de los cultivos de las huertas familiares agroecológicas. Su tesis es codirigida por Vanina Chalcoff, investigadora del CONICET en el INIBIOMA.

Experiencias y aspiraciones
El recorrido desde que se obtiene una beca doctoral hasta poder aspirar a convertirse en investigador/a es, sin dudas, de aprendizaje, algo en lo que coinciden la investigadora y sus becarias.

“Terminar la carrera de grado, obtener una beca doctoral, realizar una tesis de doctorado, obtener una beca posdoctoral, ser admitida en la CIC -enumera Pirk- requiere de mucho esfuerzo y constancia”. En la misma sintonía, desde su lugar de becaria doctoral, Ortíz plantea que “a veces, puede ser más difícil, aburrido o un poco frustrante, cuando te pasas horas leyendo o escribiendo, buscando inspiración”. Sin embargo, confiesa: “Si tenés apoyo por parte de tus directoras/es, grupo de trabajo y/o de becarios que estén en la misma situación que vos, se hace mucho más ameno y se superan fácilmente”. Para Díaz, se trata de un desafío, “con un poco de incertidumbre que, con el tiempo, te acostumbras a sobrellevar como parte del misterio a investigar”.

A medida q se transitan las distintas etapas, van apareciendo nuevas aspiraciones, sin embargo, seguir trabajando en ciencia es el objetivo de las tres. A corto plazo, antes de llegar a postularse para entrar a la CIC, Díaz afirma que “le interesaría hacer una estancia en el exterior durante su doctorado para adquirir más herramientas para terminar la tesis y conocer cómo se trabaja en ciencia en otros países”. Mientras Ortíz confía: “En un futuro me gustaría llegar a ser investigadora del CONICET, tener líneas de investigación propias y en conjunto con colegas, fortalecer mi grupo de trabajo actual y formar recursos humanos”. Respecto a esto último, Pirk, como docente e investigadora, aspira a “continuar formando estudiantes doctorales que realicen trabajos de investigación que se complementen entre sí, y así ir conociendo mejor el mundo que nos rodea”.
A la hora de trabajar, lo que más les gusta es el trabajo de campo, que les permite salir a lugares únicos, observar a las hormigas y su comportamiento y tomar datos y muestras, para luego analizarlos en el laboratorio. A su vez, el desafío que presenta lo impredecible del día a día es otro aspecto de la investigación que remarcan las científicas.

El grupo de investigación es más que la suma de sus partes
“Si bien cada uno de los becarios tenemos nuestro propio proyecto, ser parte de un grupo de investigación nos permite interactuar con otros becarios/as e investigadores/as en seminarios, para discutir trabajos o nuevos proyectos, así como también en salidas al campo”, explica Ortíz. En tanto Díaz cree que “la importancia de trabajar en grupo es que se puede llegar a una mejor comprensión de los temas de estudio, al intercambiar datos obtenidos por otros/as colegas que estudian algún factor del ambiente, o bien otros seres vivos que en el ambiente interactúan con nuestro objeto de estudio”.

En el caso de los investigadores e investigadoras, cada uno/a tiene sus líneas de investigación y en base a la experiencia e intereses de becarios/as, éstos/as pueden formar parte de sus grupos de trabajo y aportar en el desarrollo de sus proyectos. Al respecto, Pirk considera que para el desarrollo de sus investigaciones “el trabajo en equipo ha sido fundamental, ya que se pueden juntar los esfuerzos de muchos para lograr mejores resultados y, además, es muy divertido”, concluye.

Si de hacer LIHo se trata
Pirk, Ortíz y Díaz forman parte del LIHo, en el que emplean a las hormigas como objeto de estudio para responder preguntas de interés conceptual dentro de las temáticas de ecología y comportamiento. Allí, investigadores, investigadoras, becarios y becarias desarrollan proyectos sobre temáticas relacionadas y comparten ideas.

Las hormigas cumplen importantes funciones en los ecosistemas, explica la investigadora. En su grupo de trabajo estudian en detalle esas funciones y sus posibles aplicaciones. “La construcción y mantenimiento de hormigueros puede favorecer la descomposición de la materia orgánica y el ciclo de nutrientes”, ejemplifica Pirk, y agrega que “esto hace que muchas veces los suelos asociados a los nidos sean más fértiles, lo cual beneficia a las plantas”. Según la científica, “es muy importante conocer estas funciones para poder asegurar su continuidad ante los grandes cambios que están ocurriendo en la naturaleza a causa de los seres humanos”.

En el caso de Díaz, los resultados de sus investigaciones “permitirán comprender el papel de las hormigas en agro-sistemas de la Patagonia, incentivando la conservación y la subsistencia de los servicios que aportan las hormigas a los cultivos, además de brindar herramientas para el manejo orgánico en cultivos agrícolas”.

A su vez, Ortíz, en base a sus estudios, considera: “Podemos desarrollar herramientas que permitan restaurar ambientes degradados y recuperar el uso de los suelos, potenciar un servicio tan importante como la polinización que es la base de la producción de la gran mayoría de los cultivos, reducir las pérdidas de producción mediante el control de plagas de manera integrada empleando a las hormigas y a su vez reduciendo el uso de productos químicos que usualmente se emplean para el control.

Natalia Lescano, Luciana Elizalde y Victoria Werenkraut son también investigadoras del Consejo en el LIHo y comparten con Pirk, y entre ellas y con otros investigadores, varios proyectos de investigación y dirigen becarios y becarias de forma conjunta. “Decidimos juntarnos para contestar preguntas más desafiantes”, relata Pirk, quien destaca la importancia del aporte de cada una, sus propios conocimientos y mirada particular.
Como las hormigas, que trabajan de manera cooperativa y coordinada, las científicas forman redes en función de proyectos. No tienen control central y promueven las interacciones con colegas en pos de la investigación científica.

Convencida de la fortaleza de esa forma de trabajo, María Natalia Lescano cree que han logrado formar un equipo donde cada una potencia sus habilidades a la vez que van aprendiendo unas de otras. “Complementarnos y apoyarnos mutuamente nos incentiva y nos permite encarar desafíos impensados, disfrutando el camino que permite responder preguntas y generar conocimiento, asegurando la obtención de grandes resultados científicos, pero también personales”, confiesa.

Por su parte, Luciana Elizalde, codirectora de Ortiz, entiende a la ciencia como “una actividad colaborativa, que se sustenta en que muchos investigadores aporten a resolver problemas”. Para ella investigar en grupo es más enriquecedor, divertido y se obtienen resultados que serían mucho más difíciles de conseguir aisladamente.

Para Victoria Werenkraut, el trabajo en grupo “ayuda a pensar los problemas desde distintas perspectivas ya que cada una tiene su especialidad, sus gustos y su forma de ver las cosas”. Reconoce que muchas veces les lleva tiempo llegar a una idea que las convenza a todas, pero “las discusiones que tenemos resultan enriquecedoras y las propuestas que armamos entre todas siempre resultan más interesantes que las que arma cada una por separado”, concluye.

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