Un investigador del CONICET analiza la larga historia de disputas globales anteriores al conflicto bélico de 1982
Darío Barriera enfoca el estudio del archipiélago a partir del siglo XVIII y aporta conocimientos que van más allá de su utilidad diplomática.
En el imaginario social, la asociación entre las Islas Malvinas y la guerra con Inglaterra en 1982 y con el conflicto diplomático por su soberanía desde entonces, es casi un acto reflejo.
“Muchos piensan también en una ‘causa nacional’, que ciertamente existe y tiene un apoyo consistente. Durante 2022 estamos transitando un aniversario redondo de la guerra y la remisión directa del significante Malvinas al único conflicto bélico que Argentina mantuvo contra una potencia extranjera en el siglo XX es quizás más fuerte que nunca. Hay muchas razones para que así sea porque, para los argentinos y las argentinas, esa guerra fue y sigue siendo una experiencia histórica fuera de lo común. Además, generó un sujeto social nuevo: los veteranos de guerra”, afirma Darío Barriera, investigador del CONICET, vicedirector del Instituto Investigaciones Socio Históricas Regionales (ISHIR, CONICET-UNR) y coordinador del Programa de Investigación y Extensión Universitaria Malvinas y el Atlántico Sur (MyAS) en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
Sin embargo, para Barriera es importante reinstalar, tanto en el mundo académico como en la opinión pública, que las problemáticas que giran actualmente en torno a Malvinas no son las únicas, e incluso que su profundidad se vislumbra mejor estudiando la historia larga de las Islas, desde su temprana aparición en los mapas cartografiados por marinos europeos desde comienzos del siglo XVI.
Barriera actualmente se enfoca en las disputas por Malvinas durante el último tercio del siglo XVIII, momento en que se sentaban las bases del capitalismo tanto como de lo que hoy se llama “derecho internacional público”. Describe y analiza minuciosamente la forma en que las Islas pasaron de la periferia del mundo al centro de una disputa global.
“Mi línea de investigación deriva de una preocupación por los espacios descampados del siglo XVIII. Trataba de explicar de qué manera se había pensado la organización del gobierno de las campañas entre 1750 y 1780 cuando encontré que nuestra historiografía se había recostado mucho [sobre] la frontera con el imperio portugués, pero había desatendido Malvinas y el Atlántico Sur. Ahí se me presentó, además, el valor de los archipiélagos oceánicos como un espacio especialmente valorado por los imperios que se disputaban lo que podríamos denominar la territorialización de los mares”, señala el licenciado en Historia por la UNR, con un doctorado de la Escuela de Altos Estudios de Paris, en Francia, y un posdoctorado de la Universidad Autónoma de México.
Malvinas: centro de disputa global a partir del siglo XVIII
Tras el cambio de rumbo en su línea de investigación, Barriera comenzó a rastrear en los archivos españoles, argentinos y franceses –así como en colecciones de fuentes impresas– el modo en que las Islas Malvinas fueron convirtiéndose en un tema clave entre altos funcionarios de la monarquía residentes a uno y otro lado del Atlántico. “Los documentos señalaban un interés por este archipiélago demostrado conjuntamente por al menos dos imperios que competían con el español: el francés (la monarquía española y francesa estaban unidas por un ’pacto de familia’ firmado por sus soberanos) y el británico (contra el cual las dos coronas habían estado en guerra recientemente). También aparecen en escena las Compañías de comercio, los Países Bajos, piratas, corsarios y otros actores muy relevantes”, agrega Barriera.
La forma en que el tema fue tratado a fines de 1760 por varias cortes europeas hizo evidente para el investigador del CONICET que el campo de batalla interimperial se desplazaba físicamente del Caribe y el sureste asiático al Atlántico Sur. “Esto me impulsó a abordar el tema desde una perspectiva ancha, que incluyera la forma en que el problema era percibido y tratado por sus contemporáneos. Lo que estaba en juego era la conexión bioceánica (Cabo de Hornos – Estrecho de Magallanes), y Gran Bretaña pretendía horadar por todos los medios posibles el dominio español en América, apoyando rebeliones donde había población y asentándose furtivamente para discutir sus derechos sobre terrenos donde no la había. Para considerar todo esto a un tiempo, es imprescindible atender a las historias conectadas y los enfoques globales, que desbordan los marcos nacionales del análisis”, destaca el investigador del CONICET.
El final de la Guerra de los Siete años –una serie de conflictos internacionales acontecidos entre 1756 y 1763 para disputar dominios coloniales en América del Norte y el sureste asiático– había convencido a muchos de la superioridad británica en materia de fuerzas navales y los tratados de paz firmados a continuación trasladaron ese reconocimiento al terreno diplomático, económico y territorial, ya que sobre todo Francia cedió grandes porciones de sus dominios en suelo americano. “Para los negociadores del rey de España Carlos III, por su parte, las tomas de La Habana y Manila por los ingleses en 1762 fueron dos operaciones muy onerosas militar y económicamente. Entonces, si bien era claro para todos que el archipiélago de Malvinas pertenecía a la jurisdicción española, una empresa colonizadora francesa primero en 1764 y unas expediciones de proyectistas particulares autorizadas por ‘Su Majestad Británica’ (SMB) en 1765 abordaron finalmente el suelo malvinense”, explica Barriera. Los franceses fundaron Port Louis en el noreste y los británicos Puerto Egmont en una pequeña isla del noroeste del archipiélago.
Los británicos buscaban tener un punto de descanso y abastecimiento cercano al paso interoceánico de Cabo de Hornos y la región del Estrecho de Magallanes. “Este objetivo lo estaban buscando desde que George Anson (1697-1762) lo planteara en el Almirantazgo en 1744. Eran conscientes de que para eso tenían que invadir jurisdicción española, so pretexto de instalarse en áreas ’no ocupadas’”, agrega el historiador. En Gran Bretaña no había una opinión unánime sobre la conveniencia de entrar en guerra con España.
“Esta etapa, en la que el nivel más alto de conflictividad entre los imperios se desplaza momentáneamente del Caribe al Atlántico Sur, coincide justamente con un momento de expansión del capitalismo industrial, contexto en que el imperio británico necesita ampliar mercados y disputar la hegemonía territorial al francés y al español en todos los litorales de América y Asia”, resalta el investigador del CONICET.
En 1766 Francia cedió su colonia en Malvinas a la monarquía española que, en 1767 estableció en la misma ubicación la sede de un gobierno propio, aunque dependiente del de Buenos Aires. Una vez que las provincias del Río de La Plata se independizaron, asumieron su soberanía, retomando proyectos de poblamiento, explotación y defensa militar en las Islas desde la década de 1820.
“El interés de los balleneros y cazadores de fieras de grasa no hizo sino incrementarse desde los años 1790. Justamente un conflicto de este tipo precipitó en 1833 una nueva invasión británica que, como sabemos, inició una usurpación que fue inmediatamente denunciada y protestada por los canales diplomáticos”, subraya Barriera.
Estudios históricos y reclamo de soberanía argentina sobre las Malvinas
“La historia de las Islas Malvinas siempre ha sido de utilidad para el reclamo diplomático argentino”, afirma Barriera, “porque la cuestión de los títulos de dominio de la monarquía española es, como dicen los buenos historiadores del derecho, una cuestión de historia”. Pero considera que lo esencial de ese trabajo ya está hecho.
“El trabajo histórico-documental que la diplomacia argentina requiere para el reclamo de soberanía está muy bien hecho desde hace años, desde Paul Groussac (1848-1929) en adelante pasando por Ricardo Caillet-Bois (1903-1977), Bonifacio del Carril (1911-1994) y Lucio García del Solar (1922-2010), entre otros. Muchos y muy buenos historiadores transcribieron y validaron copias de los títulos españoles, de los acuerdos firmados donde Gran Bretaña aceptaba no volver a asentarse ni navegar esas aguas sin licencia, también están relevados los reclamos presentados por Manuel Moreno desde el primer momento de la usurpación de 1833 y otros valiosos documentos”, puntualiza el investigador del CONICET.
Barriera destaca que, en la actualidad, los materiales históricos disponibles –y los que se van consiguiendo en nuevas exploraciones– tienen que convertirse en insumo para soportar nuevas preguntas formuladas desde miradas que incluyan a Malvinas en nuevas agendas de investigación. “Tenemos que ocupar otra posición: volver a colocar a Malvinas en una agenda historiográfica actualizada e internacional es una política de la historia y también es una disputa”, indica. Y agrega que ese es uno de los múltiples objetivos del Programa de Investigación y Extensión Universitaria Malvinas y el Atlántico Sur (MyAS) que coordina en la UNR desde su creación en 2019.
“La formulación del MyAS fue una iniciativa que impulsamos con Alejandro Vila, decano de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR, donde se forman profesores e investigadores en Historia, con el fin de incluir a Malvinas en la currícula formal”, explica Barriera.
Además de docencia e investigación, el programa responde a pedidos de conferencias, talleres y charlas de transferencia para escuelas secundarias, institutos de formación terciaria y de otras universidades. Han organizado talleres para docentes y publicado un libro con sus resultados. Durante el mes de abril de 2022 MyAS ofreció en la facultad un ciclo de cine abierto a la comunidad, inauguró una Biblioteca especializada con la visita de los Veteranos y del Secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur de la Cancillería, Guillermo Carmona, y la presentación de tres libros de Federico Lorenz, especialista en las Islas Malvinas e investigador del CONICET en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” con sede en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
“A diferencia de lo que piensan algunos colegas e intelectuales argentinos, las Islas Malvinas no son un tema menor, sino un problema importante. Lo es para la otra parte –Inglaterra, que no cede– y lo más interesante es que lo era desde antes de la constitución de la República Argentina”, subraya Barriera.
“En Argentina, Malvinas es un asunto que despierta emociones muy fuertes, y quienes trabajamos como investigadores no somos ajenos a eso. En todo caso, tenemos que ser conscientes de nuestras posiciones políticas e ideológicas, de nuestra sensibilidad frente esta problemática, y poner todo sobre la mesa. Esto no impide que podamos estudiar objetivamente el tema, y hacer la investigación basándonos en los métodos y herramientas de que disponemos como historiadores profesionales”, concluye Barriera.